Horario de verano: Una reliquia arcaica que debemos desechar

Es hora de hablar sobre el horario de verano, ese arcaico vestigio de las guerras mundiales que sigue dando vueltas y afectando nuestras vidas en 2024. El domingo 3 de noviembre a las 2 a.m., recuperaremos esa hora extra de sueño que tanto apreciamos.

¿Pero a qué costo? El cambio de horario nos juega con la luz del día, adelantando y retrasando nuestras rutinas, afectando nuestro bienestar mental y físico. Es hora de decir: ¡basta!

Los orígenes del horario de verano se remontan a la Primera Guerra Mundial, aunque algunos lo atribuyan a la satírica carta de Benjamin Franklin en 1784, donde proponía a los "perezosas" ser despertados por el tañido de campanas y cañones. Sí, cañones. Esto no es un chiste, gente.

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En 1916, Alemania y Austria, durante la guerra, implementaron esta idea para maximizar recursos. Estados Unidos siguió sus pasos en 1918. Y aquí estamos, más de 100 años después, todavía ajustando nuestros relojes como si viviéramos en otra era.

Es hora de despertar (sin juegos de palabras) y adaptarnos a los tiempos modernos. Los teléfonos y computadoras se ajustan automáticamente, pero ¿qué pasa con los dispositivos más antiguos? ¿Los microondas? ¿Los relojes de manecillas? ¿Quién se preocupa por ellos? La inconsistencia es real y está causando estragos en nuestras vidas.

El horario de verano nos roba luz de la tarde, oscureciendo nuestras vidas y nuestras almas. Es una reliquia obsoleta que debería haberse quedado en el siglo XX. Este 2024, unámonos para hacer una diferencia y dejemos atrás esta práctica anticuada. ¡No más juegos de luz y oscuridad!